La periodista, productora, entusiasta y obrera de la música, Pía Vargas Moreira, quiso ser manager cuando tenía doce años y le preguntó a su madre qué se estudiaba para lograrlo. La culpa fue de Carlos Fonseca. A continuación, una carta de despedida, pero por sobre todo, agradecimiento.
Querido Carlos, ya han pasado algunos días y te imagino montando una nueva sucursal de Fusión allí donde estés. En ese lugar, espero que recibas las palabras bonitas y los homenajes que faltó darte en vida. Pero yo sé que tú sabes de ingratitud porque te dedicaste a ser manager.
Manager es una palabra que conocí gracias a ti. Era el año 2000 y yo apenas una niña obsesionada con la historia más linda del rock chileno, la de Los Prisioneros. A los 12 años me dediqué a conocer, memorizar y estudiar los pormenores de ese relato donde tú llegaste a quitarle mi atención a Jorge González. Porque en ti vi a lo que entiendo como un hacedor, aquel que ocasiona que las cosas pasen. El que busca oportunidades, el que habla por aquí y por allá, el que sin quererlo abrió un camino.
Los infinitos quehaceres del trabajo en la música se resumen en concepto manager, personificado en ti. En el año 2000 dije por primera vez que quería ser manager y le pregunté a mi mamá qué se estudiaba para serlo. Veintitrés años después pienso en lo lindo del oficio del representante, que puedes ejercer con o sin estudios porque todo lo aprendes haciendo y todo lo demuestras con tus actos, y porque al final, es la historia la que te da la razón.
Cada músico que te conoció y que te tuvo como su representante tiene sus propios motivos para agradecerte. Pero creo que todo Chile te debe el mayor de los gracias porque tú fuiste quien descubrió la fuerza inigualable de las letras de Jorge compartiendo con él en la universidad, porque entendiste que esos tres sanmiguelinos se merecían una oportunidad. Tú descubriste la felicidad al escuchar “Sexo” o “Nunca quedas mal con nadie” y la compartiste con todos nosotros, trabajando sin descanso para dar a conocer eso tan grande que estaba naciendo. Tú gestionaste la compra de los primeros instrumentos de Los Prisioneros, tú fuiste el primero en pasarlos por la radio, tú fuiste el primero en escribir sobre ellos en la revista Mundo Diners y los hacías sonar todo el santo día en tu disquería. Les diste todas tus tribunas, les entregaste todo tu tiempo y todo lo que sabías. Y gracias a ti, Chile tuvo la rebeldía que necesitaba para seguir luchando contra la dictadura. Los Prisioneros tenían mucho potencial y eran la mejor banda de su generación, pero sabemos que sin ti no sería la misma historia.
Pero no solo de los grandes hitos se compone tu leyenda. Está la vida cotidiana, esos episodios poco glamorosos que la mayoría de las poco valientes biografías de músicos no narran. Ahí estabas tú, escuchando y conteniendo a Jorge, Claudio y a Miguel, poniendo paños fríos, bancando rabias y frustraciones ajenas. Por ese día a día también te damos las gracias.
En el 2014 tuve el honor de entrevistarte para mi proyecto de tesis, era que no, sobre Jorge González. No tenía el título de periodista y llevaba un par de años trabajando en la música, pero me trataste como una igual, dando muestra de esa generosidad que han destacado quienes te conocieron. Sin mentirte, este mismo año releí las 24 páginas de transcripción de esa charla, donde no solo está tu historia con el grupo que has contado innumerables veces, sino que hay crudeza y entereza de tu parte para revelar la parte ingrata de la gestión en música: los desplantes del artista y lo malagradecidos que pueden llegar a ser los cantantes que amamos. Porque cuando les va bien es su mérito, pero cuando les va mal, es tu culpa. Y te dicen, a ti que lo diste todo, que tienes que buscarte tu lugar en esa cima a la que tú los llevaste.
En esa entrevista me dijiste que partiste siendo manager de Los Prisioneros “por obligación, porque era necesario o si no, no se iban a hacer las cosas”. También fuiste autocrítico al admitir “tal vez podría haber sido mejor manager si hubiese sido un poquito menos permisivo”. Yo no conocí Fusión porque no había nacido, pero conversando contigo pude y puedo todavía imaginar las escenas que describiste: unos veinteañeros cerrando la tienda para devorar toda la música que pudieran y para soñar conquistar el mundo con las diez canciones de La Voz de los 80. Y te agradezco por esa imagen tan influyente e inspiradora.
Carlos, tu testimonio sobre la relación con el artista “que hay que hacer famoso y hay que cuidar” es toda una escuela sobre ser autodidacta, sobre sacrificarse y poner la cara por los errores propios y los de los demás. Haber coincidido contigo en el backstage de la Cumbre del Rock y del primer concierto de Gepe en el Teatro Caupolicán son los hitos que más atesoro en mi trayectoria como jefa de prensa, productora y también manager. Porque junto a Prehistöricos y Gonzalo Yáñez cumplí el sueño de (tratar de) ser como tú. Y créeme que en los momentos más complicados pensaba y tuiteaba: “What would Carlos Fonseca do?”.
Lamento no haberte escrito o llamado meses antes, solo para saludar, pero tranquiliza mi corazón entristecido por tu muerte que pude hablarte de mi admiración por ti más de una vez.
No tiene caso enumerar la larguísima lista de talentos que representaste en los últimos cuarenta años. Para ello están las notas de prensa que en estos días nombran a decenas de proyectos que hoy te honran en sus redes sociales, y el hecho de que tantos te mencionen como su primer manager, habla de tu gran visión y tu compromiso con los nuevos artistas. Les diste la suerte con ese empujón inicial.
Espero que tu experiencia sirva a las generaciones venideras. Tú entregaste tu vida a la música chilena. Has sido y serás siempre, la mayor inspiración que una aspirante a manager podría tener.