“Esta es una canción nueva. Bueno, ya está como sacada, it’s out there. Pero, también nueva”. Con esas palabras Paul Banks nos presentó en el Lollapalooza de este año ‘Fine Mess’, la canción que casi da nombre al nuevo EP de Interpol: A Fine Mess. Las cinco canciones presentadas por la banda de Nueva York son descartes de las sesiones de su último disco: Marauder (2018) y eso se siente desde el primer momento.
El camino de Interpol para llegar aquí ha sido raro. Después del bien recibido El Pintor (2015), decidieron irse de gira para conmemorar los 15 años del Turn on the Bright Lights (2002), mientras, según los mismos miembros de la banda decían, trabajaban en lo que sería su siguiente disco de estudio, el sexto. La lógica dictaba que tenían dos caminos: Seguir por la senda dejada por El Pintor, o que esa gira les sirviera para el tipo disco “que vuelve a las raíces de la banda”. Pero no fue ninguna de las dos.
Marauder es otra cosa. Una evolución, pero no de las lógicas. Es un cúmulo de canciones que juegan en la distorsión y que gracias a la produción de Dave Fridmann -un loquito piola que produjo Deserter’s Songs de Mercury Rev y Soft Bulletin de los Flaming Lips- se escucha como un gran bloque de música, compacto y comprimido. A Fine Mess, el EP que acaba de salir es la versión más corta de esa misma experiencia.
No es malo, pero la verdad es que fuera de la guitarra de Daniel Kessler en ‘Real Life’, el tercer tema, el EP no entrega nada nuevo, nada que Marauder no nos haya entregado ya. Por eso, la mejor manera de describir estas cinco canciones nuevas de Interpol es la misma manera en que está titulado este EP. Porque todo el tiempo de escucha se siente como un deja vú constante, pero que no molesta, de hecho tiene buenos momentos. Al final, es un esfuerzo para acentuar este nuevo sonido, un paso adelante en la misma dirección y que solo hace que estemos más expectantes de la siguiente entrega.