La adolescencia es la etapa que marca tus características más importantes para los años venideros, creando caminos definitivos en una serie de aspectos, incluyendo el musical. Hace exactamente diez años tenía 15, una edad que es difícil para todos, pero que en mi caso se transformó en toda una experiencia artística al convivir con un padrastro que era ingeniero en sonido.
Su discoteca era envidiable. La cantidad de CDs que este sujeto poseía superaba el número que cualquiera consideraría razonable, incluyendo registros que él mismo había grabado en distintos conciertos que habían tenido lugar en nuestro país. Gracias a su curatoría, descubrí a Pink Floyd, Slayer, Stone Temple Pilots y Temple of the Dog, sin embargo mi hambre de conocimiento me pedía más.
Por esos días, había abandonado el colegio ya que la enseñanza técnico profesional definitivamente no era lo mío (estudiaba electricidad industrial, creo que con eso queda todo claro). Al no encontrar matrícula en ningún otro establecimiento producto de mis paupérrimas notas, el tiempo libre para hacer otras cosas -como escuchar música- fue incrementándose con el paso de los meses. Fue en una de esas sesiones cuando di con “Video Maní”, un segmento musical que duraba algunos minutos en la programación comercial de i.Sat en el cable. Anteriormente, había escuchado el cover de ‘Smells Like Teen Spirit’ de Patti Smith, no obstante el video que pasaban ese día de mayo era el de ‘Paranoid Android’ de Radiohead.
Ahí fue cuando mi percepción de lo musical cambió para siempre.
Estamos hablando de un quinceañero acostumbrado a escuchar Rammstein, poniéndole atención por primera vez a Thom Yorke, mientras cantaba “¿Podrías por favor parar el ruido? / Estoy tratando de descansar / De todas las voces en mi cabeza / De pollos nonatos”. Dicha prosa, si bien podría carecer de sentido en primera instancia, era perfectamente complementada por una composición dividida en tres partes, las cuales tenían una reminiscencia a lo que antes había escuchado con Pink Floyd, pero con riffs que, por algún motivo, eran de mi completo agrado. Todo era nuevo y sonaba fresco. Había rock y guitarras de palo con una voz aguda diciéndome “Cuando sea rey / Serás el primero en estar contra la muralla / Con tu opinión / Que no tiene consecuencia alguna”.
Por aquellos días aún no tenía una conexión a Internet en mi casa (de hecho, llegamos bastante tarde a la moda), por lo que el primer disco completo que descargué de manera ilegal fue justamente OK Computer, el álbum que marcó a toda una generación -y a la industria de la época- diez años antes, y que por esos días, de paso también me marcaba a mí.
‘Airbag’ abre los fuegos a una avalancha de canciones que me dejaron dudando durante un buen tiempo si los alemanes realmente eran o no mi banda favorita de la vida. Digo avalancha, porque la seguidilla de tracks como ‘Exit Music (For a Film)’, ‘Electioneering’, ‘No Surprises’, ‘Lucky’ (tema que hasta hoy disfruto tocar en guitarra) y ‘The Tourist’, nos van contando una historia que se desarrolla bajo un mismo concepto: cómo nos vemos atrapados por un sistema que constantemente nos presiona a comportarnos de una manera determinada, asfixiante y desesperada, todo con tal de encajar. La letra de ‘Fitter Happier’, de hecho, no podría graficado todo esto dicho de mejor manera.
La soledad adolescente se veía entonces acompañada por un grupo de ingleses que pronto se transformaría en la banda que musicalizó mi época post-colegio industrial. El grito de Yorke al final de ‘Climbing Up The Walls’ era el fiel reflejo de lo que me provocaba la sensación de estar encerrado con gente que detestaba, en un establecimiento que, por mucho que fuera 2007, aún olía a años ochenta, dictadura y represión, tal como todos los liceos de este tipo por estos días.
OK Computer es un disco que marcó un antes y un después en la escena del rock mundial, sin embargo, un álbum sólo existe en la medida en que alguien se siente identificado con el mismo. Eso me pasó con la tercera producción de Radiohead, y aunque haya llegado diez años tarde, fueron ellos los que me mostraron el camino que debía seguir.