Rubio tiene suficientes pergaminos como para ser considerada como una carta fuerte dentro de los locales que tocaban dentro de este Lollapalooza. No será el trap que está dominando, pero la experimentación de cabeza pensante de Francisca Straube, calzaba perfecto con esa idea que Lollapalooza vende: la experiencia y el conocer nuevas bandas.
Lamentablemente la “experiencia Lollapalooza” no llegaba tan lejos como ese escenario de Aldea Verde. No, se quedaba a medio camino, en ese Lounge que tenía un escenario solamente pensado para la gente que pagó más dinero ¿Los demás? Si quieren ir a Rubio tienen que caminar media hora antes para alcanzar a verla.
Todo eso se notó en el momento de comenzar su presentación. Si bien tenía un público cautivo, la mayoría de las personas estaba en los juegos de más atrás, acompañando a sus hijos con esa extraña música a medio camino entre el ambiental y el pop que Rubio ponía en las narices de todos. Pero no fueron las canciones las que ayudaron a mejorar la situación, fue tan solo el tiempo. Mientras más minutos pasaban, más gente llegaba. El peak de personas fue media hora después de que Rubio saliera a escena y a quince minutos de que se acabara su set.
Una pena, porque Straube presentó perfectamente lo que es, ni más ni menos. Con teclados, batería, mesas y un violín -que es del que deberían estar hablando, más que el de Paloma Mami- demostró la razón de su invitación, la razón de su éxito y unas ganas enormes de comerse el mundo. Pero como ya se dijo, fue una pena, porque no mucha gente pudo ser espectadora de esto.
Si escenarios como el Lotus Stage ya quedan lo suficientemente alejados y apartados como para que algunos artistas se pierdan ahí -y haciendo que verlos sea un ejercicio más pesado del normal-, lo de Rubio (que por supuesto se repitió con otras bandas que tampoco lo merecían. Por dar un ejemplo: Nova Materia) fue un arma de doble filo. Una presentación genial, que se perdió en la caminata, entre la gente y el hype por Paloma Mami y que llegó muy tarde para ver que Rubio es más que un nombre para sumar nombres chilenos a la parrilla del festival.