Hace cinco años, un grupo de feministas convocaron a la primera marcha por el aborto libre, seguro y gratuito en Chile. 2013, y el centenar de manifestantes terminó con la histórica toma de la Catedral de Santiago, con interrupción de misa y protesta al interior del recinto. La primera marcha en nuestro país en democracia, 10 mil personas reunidas un 25 de julio del 2013, a las 19 horas en Plaza Italia, protestando por la recuperación del aborto, práctica apuntada y perseguida por Jaime Guzman, quien recomendó modificar la constitución para penarlo en cualquiera de sus formas. Tras meses de discusión y debate post plebiscito, se modifica el artículo 119 del Código Sanitario: “no podrá ejecutarse ninguna acción cuyo fin sea provocar un aborto”, todo aprobado por José Toribio Merino, Fernando Matthei, el director de Carabineros, Rodolfo Stange y el general del Ejército, Humberto Gordon.
Cantidad de úteros = cero.
Ayer se vivió la sexta marcha. De 10 mil personas, pasamos a 50 mil en Santiago y 100 mil en todo el país. Bloques y bloques de pañoletas verdes, carteles, bailes, sahumerios, fuegos, dibujos y cantos. Manifestación legal, avalada en nuestros derechos, agrupación artística y cultural, sin perder la rabia y la indignación que significa tener que salir a calle para pedir que dejen de decidir sobre tu cuerpo, caminar kilómetros para demostrar que Fernando Matthei no vive en nuestros úteros, que José Toribio Merino no está en nuestros calzones, que Sebastián Piñera -aunque quiera- no es el dueño de estos cuerpos luchando por ser autónomos, libres, con capacidad de decisión.
Porque cada muerte en clandestinidad es femicidio del Estado. Porque cada sobreviviente de un aborto clandestino es una privilegiada de clase. Porque cada esquina de Chile nos sigue gritando que no le importamos. Como Santa Lucía, donde ayer un grupo de nazis decidió escupirnos su odio mediante barricadas, mediante un río de sangre animal que hacía complejo el caminar por la marcha. O República, donde el grito se transformó en peligro, donde la represión policial se potenció con el odio patriarcal civil. Donde apuñalaron a mujeres que salieron a marchar para pedir que las dejaran de violentar.
¿Por qué te tiene que importar cómo mi cuerpo va a actuar?
Yo vivo con él, es mi casa, ni tú ni nadie me lo va a quitar.
Ya paren de siempre opinar,
sus penes no pueden mandar.
Justo ayer, día en el que muchas nos levantamos con la ilusión y el entusiasmo de dejar en claro que esta lucha no da brazo a torcer, y en el que los hombres volvieron a violentarnos en su estado más puro, Dadalú ocupó el ejercicio de levantar una canción al día para hablar sobre el aborto. Con un sample de ‘Jura’ de Ambra, la artista que acaba de llegar de una gira europea y de la experiencia Gonzervatory, jura que vuelve a tratar, que a ella no la puedes matar, que quiere salir en la noche sin miedo, el mismo pensamiento con el que despertamos un montón de cerebros hoy.
Estar en la calle es un peligro, caemos en el lugar común de la calle sola, de madrugada, con una en estado de ebriedad: el panorama perfecto donde nos pasan cosas, esas cosas que nosotras provocamos según Chile, porque elegimos andar por ahí solas, de madrugada, y en estado de ebriedad; como si ser mujer fuese sinónimo de andar sólo de día, en grupos de 100 y sobrias. Bueno, ayer fue así. No estaban solas, no era de madrugada. Estaban con 50 mil más, en plena Alameda, con un contingente policial digno de combatir una guerra civil, ¿y qué pasó? Juramos que volvemos a tratar, que a nosotras ya no nos van a matar.
Tengo tanta fuerza como tú
Tengo un cerebro, tengo unas manos como tú
Deja de quitarme libertad
Deja de abusar y quedar en impunidad.
Mientras el bloque de personas seguía bajando por la arteria, desde el escenario ubicado a una cuadra de Avenida Ricardo Cumming dan la alerta: un grupo de hombres está armando barricadas, un grupo de hombres está lanzando botellas contra las compañeras. Un grupo de hombres. “Castración gratis para hembristas”, “feminazis”, cuchillas, botellas. Y nosotras aplaudiendo a Torta Golosa, de pañuelo verde y amigas que tardamos toda la caminata en encontrar. No sólo se meten en nuestra autonomía reproductiva sexual, invaden nuestros pocos espacios no-tan-peligrosos y los transforman en un infierno de lacrimógenas y gritos gratuitos. Van a nuestras marchas a enseñarnos cómo marchar, y de paso nos apuñalan.
A tres de nosotras nos apuñalaron. Yo estuve ahí, mis mejores amigas estuvieron ahí, mis desconocidas también. Pudo haber sido cualquiera de nosotras. Pudo haber sido muerte. En este mundo, mujer y muerte van de la mano. La prensa establecida presta ropa, la fuerza policial se esconde en la complicidad, el Estado nos tortura con su pasividad.
Hablan y deciden
No saben lo que se siente
Sangro y hago cosas más que tú
Yo soy valiente
Dadalú viene a dejar un registro de este oscuro 25 de julio, uno donde no hubo riña, hubo terrorismo. Que no te cuenten otra historia, y que no se te pase por el lado. Tus registros musicales son el futuro de la construcción histórica, contra-informarte amplía tu esfera para que cada palabra que grabas y cantas sea lo más fiel a la realidad, como lo hizo la integrante de Chica King Kong. La realidad es que no podemos decidir lo que pasa en nuestros cuerpos, la realidad es que la iglesia y su moral vale más que nosotras, la realidad es que una performance nazi terminó con tres mujeres apuñaladas, donde el antiderechos tiene sed de muerte porque odia. Nos odia.
Es hora de cambiar
No hay víctimas, no hay dios
Lo que yo hago lo decido yo.
Puedes revisar todo el ejercicio de Dadalú, aquí:
Foto Agencia Uno