En la película “El Gran Truco” (2006), el director Christopher Nolan desentraña las tres etapas en la que consiste un acto de magia. Se comienza con la promesa, donde el mago muestra algo que luce normal, pero que probablemente no lo es. Luego viene el giro, cuando el objeto se convierte en algo extraordinario y por último el prestigio, donde todo se vuelve impactante, en algo nunca antes visto. La magia real. Sí tomamos todos estos elementos y lo llevamos a la arena del entretenimiento musical, Jean-Michel Jarre sería el mago supremo porque esta semana en Movistar Arena fue sencillamente espectacular, un show de una estética visual sin precedentes y con un milimétrico juego de luces como principal protagonista, enmarañando una ilusión única en su estilo.
Considerado como uno de los padres de la electrónica, Jarre por fin pudo visitar el país tras una confusa cancelación que tuvo en noviembre del año pasado, cuando originalmente se presentaría. Pero como no hay deuda que no se pague, el francés subió al escenario pocos minutos antes de las 21:30 horas con una puesta en escena conformada por pantallas móviles que daban un efecto 3D y con un juego de luces y láseres que amplificaban de manera sensorial todo el espectáculo.
Con una vasta carrera musical, el francés ha sabido darle una vuelta de tuerca a sus canciones y propios shows. Si antes era la espectacularidad de la masividad ahora se torna hacia lo “íntimo”, sin dejar de lado el sentido propio de lo anterior. El primer gran momento de la velada se produjo con ‘Oxygene 2’, parte del repertorio clásico del compositor, con ‘Web Spinner’ Jarre mostraba su faceta más actual en cuanto a musicalidad, sobretodo en ‘Exit’, vertiginosa y urgente canción que cuenta con la participación de Edward Snowden, con un claro discurso social y político de por medio.
‘Equinoxe 7’ maravillaba gracias a los efectos que daban una sensación de tercera dimensión y que fue empalmada junto a ‘Conquistador’ con Jarre y guitarra al hombro. La espectacularidad de ‘Oxygene 8’ nos permitió espiar en primera persona los detalles de teclados y sintetizadores, gracias a una cámara en los lentes del francés, que se mezclaban con hipnóticas visuales.
El “momento más “difícil” y el más esperado por todos, fue cuando Jean-Michel Jarre echó a andar su famosa arpa láser en ‘The Time Machine’, marca registrada del europeo. El imaginario visual también se hacía presente con la calavera en forma de planeta en ‘Oxygene 19’ y con la portada de Equinoxe (1978) en la parte 4 del homónimo disco.
Resulta difícil llevar al papel la cantidad de efectos y recursos utilizados por el músico, porque todo es una simbiosis audiovisual, sacado de los mejores filmes de ciencia ficción. Aunque hubo un par de detalles no menores, como notorios saltos en las pistas y que demuestran la fragilidad del género, Jarre se pasea sin apuros entre el retrofuturismo electrónico de sus primeras obras y el verdadero futuro en sus últimos trabajos. A sus 69 años, Jarre sigue sonando más fresco que muchos nombres que pululan con su EDM de pendrive y con un espectáculo que ya se lo quisieran tantos. Con la magnificencia de un mago realizando su gran acto final, todos quedamos atónitos ante el truco del francés quien bandera en mano se despidió prometiendo regresar una vez más. Humo y espejos.
*Fotos: Fénix Entertainment Group.