*Fotos por Joaquín Cabello
La diferencia entre el Hercules & Love Affair de 2008 y el que pudimos apreciar este sábado en la Sala Omnium es abismal, no obstante, era un paso necesario que la banda debía dar para evolucionar correctamente en un proyecto más ligado a la música electrónica y al house de Chicago, que a un grupo nu-disco como el que pudimos escuchar en su excelentísimo primer disco de estudio.
Bajo ese paradigma es que la agrupación de Andy Butler volvió a nuestro país, adelantando someramente su nueva placa discográfica -aún sin título-, pero con versiones electrónicas y muy bailables de sus canciones más conocidas.
La noche fue espectacular en todos los sentidos posibles. A pesar de que las entradas estaban agotadas para el show principal, la Sala Omnium no se abarrotó de gente como había pasado en fechas anteriores, dejándonos un buen espacio para movernos, bailar y disfrutar de una velada llena de música electrónica en todas sus formas.
La jornada fue inaugurada por Alisú, quien ofreció un excelente live set que -literalmente, gracias a esos tremendo sub bajos- hizo temblar todo el local. La chilena tocó canciones inéditas que muy pronto verán la luz por medio del sello de Seattle, Bottom Forty, y habiendo bailado y escuchado en vivo varias de ellas, podemos decir sin miedo que es un álbum al que definitivamente hay que echarle un ojo apenas salga.
Lo que más llama la atención de su participación en esta fiesta (porque más que concierto, fue una fiesta), es que por primera vez se le da espacio a la electrónica un poco más experimental en esta clase de instancias. No todas las canciones tenían un beat constante, por lo que el baile de los presentes a veces se veía interrumpido por quiebres un poco más ambient, cosa que no molestó para nada a los mismos. Si bien la gente había venido a bailar y cantar con las composiciones de Butler, recibieron de muy buena manera los tracks de la porteña, ovacionándola al final del show, y felicitándola por la tremenda preparación del ambiente para lo que se nos venía más adelante.
Cerca de las 12 de la noche, Andy Butler, Mark Pistel, Gustaph y la espectacular Rouge Mary salían al escenario de una llenísima Sala Omnium para hacer un repaso de sus tres discos de estudio, además de algunas sorpresas. La lista de canciones incluyó el nuevo single de la banda estadounidense, ‘Controller’, pero los tracks que más destacaron fueron los ya conocidos por todos, como ‘Do You Feel The Same?’, ‘You Belong’ y la incombustible ‘Blind’, sin embargo, acá debemos hacer una pequeña pausa, puesto que el sonido de las canciones fue más que diferente en esta ocasión.
Llama mucho la atención cómo un grupo, que se perfilaba perfectamente como nu-disco en 2008, pudo cambiar tan radicalmente su sonido en un par de años. Todas las composiciones que antes incluían bajo, percusiones y batería, fueron modificados para lograr versiones en clave house de Chicago, práctica que se viene arrastrando desde hace una buena cantidad de años. La pregunta que surge es si dicha diferencia modifica en algo la experiencia del vivo del grupo, y la respuesta es no. Hace años que Hercules & Love Affair supo cómo refrescar su música para hacer bailar a un público bastante específico, y aún con ese cambio, la esencia de sus canciones sigue presente. Escuchar un bajo generado por un sintetizador, en vez de uno ejecutado por un bajo eléctrico en ‘Blind’, no nos molestó en lo absoluto, y esto se repitió -para nuestra enorme alegría- con todos los tracks pertenecientes al disco debut de la banda de Butler.
Tema tras tema, la alegría que Gustaph y Rouge Mary nos transmitían se hacía más y más intensa. En ningún momento dejaron de comunicarse con el público, lo cual nos hizo sentir un poco más cercanos a todos los que estaban en el escenario, y es que teniendo en cuenta el mensaje que cada una de las letras tiene, era obvio que el show fuese mucho más que inclusivo que otros que hemos visto anteriormente. El llamado fue siempre a ser nosotros mismos sin temor a lo que el resto pudiera decir o pensar. No había espacio para sentirse incómodo, y eso es algo que claramente debemos destacar y agradecer.
Por supuesto, anécdotas sobraron, como cuando uno de los asistentes le tiró un cigarrillo -por decirlo en términos “legales”- a Gustaph en el escenario. Cuando este lo vio y notó qué era, no hizo más que reírse durante un buen rato con algo de nerviosismo, mientras quien lo había arrojado desde el público intentaba pasarle también un encendedor.
Luego de un encore de un solo tema, a eso de la una de la madrugada la agrupación se despedía del escenario, volviendo a camarines mientras Pía Sotomayor (Kleine Pía) pinchaba un track de The Orb, para así darle inicio a una fiesta -otra más- que finalizó con un DJ set de Andy Butler, cargado de house y techno del bueno.
Al volver a casa, con el tinnitus infernal que la Sala Omnium siempre me deja (aunque nada supera a Ratatat, en todo caso), me fui pensando en que la noche había sido brillante, por lo que poco me importó el largo viaje hacia mi humilde morada. Cosas de ser periférico y asistir a un concierto en Las Condes, ciertamente, pero qué más da. Total, lo comido y lo bailado no me lo quita nadie.