La primera vez que vi a Courtney Barnett fue en el 2015, una semana antes lanzar Sometines I Sit and Think and Sometimes I Just Sit, su álbum debut que la puso en listas de lo mejor del año, con críticas favorables y que atrajo a una masa cada vez más grande de seguidores alrededor de todo el mundo.
Este concierto se realizó en Austin, Texas. En Stubb’s, un lugar de BBQ muy gringo en donde estaba el escenario de NPR, en el marco de SXSW. Con más de tres mil conciertos en una semana, creo que fue la mejor decisión haber asistido justamente a este. A veces el factor sorpresa juega muy buenas pasadas. Recuerdo que lo que me prendó de Courtney fue la naturalidad con la lanzaba una canción tras otra. Pocas veces vi a una frontwoman con tanto control en el escenario y de su guitarra. A pesar de reconocer entre canciones que llevaban muy poco tiempo tocando estos temas, todo fluía con mucha naturalidad, como un engranaje perfecto, pero que no nacía de un control excesivo. O al menos, no se notaba.
Luego, al escuchar el disco me encontré con mucho más. Descubrí que, además de una guitarrista talentosa y extremadamente normal y cool al mismo tiempo, había una escritora brillante, desprejuiciada y con una agenda compuesta de humor y mucha lucidez. Una escritora que tiene un don especial para descubrir belleza donde aparentemente no la hay. Eso me quedó aún más claro cuando supe que el título de su disco viene de un póster que se encuentra en el baño de su abuela y que también es una cita de AA Milne, el creador de Winnie The Pooh.
También, escuchando Sometimes I Sit… vi que esa imagen de mujer normal que se proyectaba en el escenario estaba presente también en cada una de sus letras, que toman todos aquellos detalles cotidianos que muchas veces pasamos por alto y les quita el polvo del día a día, para mostrarlos como pequeñas obras de arte. Pequeños trozos de ridiculeces diarias, de desastres ambientales, crisis de pánico o avisos de antemano sobre la desilusión que cada uno de nosotros puede potencialmente provocar en otro. Y que nada de eso en realidad importa.
Courtney estuvo casi todo el 2015 de gira, por diferentes países. Le gustó, a pesar de lo rudo que significa hacer un tour de tantos meses. Además, cuando no estaba tocando, y casi como una extensión de su trabajo, prefería poner el ojo en pequeños detalles de los lugares que visitaba. “Estuvo muy bien, fui a muchos lugares. Cuando estoy de gira leo mucho, escribo un poco también. Y me gusta mucho conocer las ciudades, salir a caminar, escuchar los sonidos de la ciudad y las voces de la gente”, explica.
En cuanto a su trabajo como compositora en Sometimes I Sit…, declara que fue una compilación de un año de emociones, básicamente, sobre lo bueno y lo malo. “Creo que todos los días tenía pequeñas crisis”, dice. Además, todo este proyecto se nutrió de la ansiedad que provoca tener poco tiempo. En el punto en que ya se encontraba con un material suficiente para grabar, llegó la fecha del estudio, así que no hubo tantos momentos para darle segundas y terceras vueltas a las composiciones. Es lo que me cuenta cuando le pregunto sobre aquellos relatos que parecen tan simples y directos.
Bajo sus términos
Courtney creció en Syndney, con una madre bailarina y papá stage manager. Aunque hacía canciones desde los diez años, quiso ser tenista profesional hasta los dieciséis y cuando salió del colegio entró a una escuela de arte a estudiar dibujo y fotografía, pero como la música iba y venía, lo abandonó dos años más tarde, se mudó a Melbourne y comenzó a tocar guitarra en algunas bandas, mientras trabajaba en un bar.
Finalmente, tomó la decisión de dedicarse a la música, pero declara que no fue fácil, le asustaba mucho crear a partir de algo tan personal. Porque aunque todo tipo de arte lo es, probablemente, el uso de la voz como instrumento para sacar lo que tienes en la cabeza, es una de las maneras más directas de desnudarte.
Milk! Records, su propio sello, llegó para lanzar el material que tenía. Su primer EP, I’ve Got a Friend Called Emily Ferris. “Grababa mucha música en mi cuarto, tocaba mucho y por fin llegó un momento en el que pensé que tenía algo que quería lanzar. Hice un pequeño curso sobre negocios y así surgió la idea, porque quería sacar mi música bajo mis propios términos. Me gusta hacerlo todo, para que resulte de la manera en la que quiero que resulte”, explica.
Y fue bajo sus propios términos que lanzó uno de los mejores discos del 2015, con relatos frescos, guitarras que siguen un poco la tradición del rock alternativo de los noventa y una voz que no destaca por ser una gran voz, sino por ese aire de conversación, sin adornos, simple. Como los detalles que frecuentemente pasas por alto.
*Courtney Barnett se estará presentando en Fauna Primavera este próximo sábado 12 de noviembre, a las 16.15, en el escenario Heineken.