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¿Quién es Prince? Y por qué no es tan extraña esa pregunta

¿Quién es Prince? Y por qué no es tan extraña esa pregunta

-Se murió Prince.

El silencio cundió en la sala de clases del colegio. Caras adolescentes dedicaban miradas interrogantes a la aseveración.

-¿Prince Royce? – alguien preguntó.

-No, Prince. Es súper conocido, sí o sí lo han escuchado – respondí yo. Puse ‘Purple Rain’ con ánimo de ver si alguien lo reconocía.

La interrogante seguía presente. La cambié y puse ‘Kiss’. Los rostros se iluminaron, el click se hizo, la canción se asimiló. Alguien contestó:

-¡Es la canción que ponen en Intrusos!

El comentario que normalmente nace ante situaciones parecidas es el descalificar a las generaciones nuevas con frases como “los jóvenes incultos de ahora sólo escuchan basura y no saben apreciar la música de verdad” o parecidas.

Hasta lo que sé, las generaciones nuevas no están naciendo con ningún defecto auditivo y tienen las mismas capacidades de apreciar la música como alguien de otra edad. Lo que nos lleva a una interrogante: ¿cómo uno de los artistas más exitosos y revolucionarios se ha vuelto desconocido para un grupo etario considerable? No vemos el mismo fenómeno con Madonna o Michael Jackson, pero sí con Prince. Una posible respuesta: internet.

Ante la aparición de internet, Prince generó un rechazo total hacia las descargas gratuitas y un perseguimiento digno de la Inquisición contra los que pirateaban su material, aunque no hacia la tecnología: en 1998, su box set Crystal Ball sólo estaba disponible a través de pre órdenes telefónicas al 1-800 New Funk y en internet. Su rechazo frente a la gratuidad en la música radicaba en algo parecido a lo que Taylor Swift predica en estos tiempos. “La música debe ser valorada y tratado con el respeto que se merece”. Es por eso que, actualmente, sólo podemos encontrar su discografía en un servicio digital de pago: Tidal.

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“El internet está acabado. No veo por qué debería entregarle mi nueva música a iTunes o a cualquier otra persona. No me van a pagar un anticipo por ella, y además se enojan cuando no pueden conseguirla”. (Prince, Daily Mirror, 2010)

Sea correcta o no la afirmación, algo quedó claro. Las nuevas generaciones se movían en un entorno basado en internet. Descargaban en Ares y miraban los vídeos en Youtube. Años después, shazamean los temas que no conocen y los escuchan por streaming. La presencia de canales netamente musicales en la tv era más que escasa y la radio perdió protagonismo. Prince se auto exilió del nuevo medio para conocer música y a la vez volvió casi imposible que sus temas entraran en el ambiente de un adolescente. Un hombre atemporal. Adelantado pero a la vez atrasado a sus tiempos.

Los pocos adolescentes que llegamos a su música fuimos llevados por algún vídeo en VH1 a altas horas de la noche, seducidos por un texto describiendo sus excentricidades y perfeccionismo, por algún cover o las palabras de un maravillado familiar. Nos vimos obligados a ver sus clips en un portal ruso donde apretábamos a ciegas para que se reprodujera algo, descargábamos esos torrents con cara de virus, veíamos esos videos mal grabados de un concierto antes de que fuera borrado y juntábamos de a poco para comprar un disco. Lo adorábamos de igual forma que las generaciones viejas, bajo ese mismo halo de misticismo, compañerismo y contrabando de material.

La noticia de su fallecimiento lo puso nuevamente en la mira. Sus canciones suenan en las radios, trozos de sus videos son pasados en noticieros y cientos de artistas demuestran su respetos. Su imagen, tacones altos, guitarra al cuello, aullando contra el micrófono genera la misma reacción que hace veinte años atrás. Figuras tan poderosas, virtuosas y únicas como Prince apelan no importando las etiquetas. Múltiples compañeros del colegio presentes en la escena descrita anteriormente, se acercaron y preguntaron si les podía pasar algún disco.

Mate los prejuicios y denles una oportunidad a sus hijas, primos o hermanas menores, ya que no hay nada más bonito que compartir música. Ya que aunque no hayamos salido de fiesta en 1998, podríamos tener las mismas ganas de bailar y disfrutar al son de la música atemporal e inmortal que nos ha regalado Prince.