Javiera Mena ha tenido un verano similar a una montaña rusa, ya todos lo sabemos. Y lo que pasó en el Itaú Stage de Lollapalooza muchos lo vieron como una reivindicación o revancha, pero la verdad es que no es más que cosechar los frutos de todo el trabajo hecho desde hace varios años.
En la versión 2013 de Primavera Fauna veíamos a una Mena que atrevía a enfrentar un escenario grande a lo Nacho Cano, rodeada de artefactos. En esos momentos era posible notar cuál era la intención pero no estaba bien lograda. Se le veía incómoda, un poco apagada y con algunos problemas de afinación al cantar. Pasó el tiempo y este show se reforzó, llegando al punto de crear un set perfecto para festivales, teniendo absoluto dominio de sus máquinas, de su cuerpo y también de su voz.
Eso es lo que vimos el sábado en el Parque O’Higgins, una artista que se hace cargo de su obra por completo y que, además, es solidaria al hacerlo, porque a pesar de ser la compositora y cantante del proyecto, da pie para admirar todo este trabajo como el de un equipo. Manuela Reyes y Natalia Pérez de Amanitas en instrumentos, dos coristas y bailarinas. Todas ellas componen esta era de Javiera Mena y no añaden más que virtud a un show ya netamente electrónico.
El público aguantaba el horrible sol de esta época en la elipse del parque y además bailaba como si se tratara de una verdadera discoteca. Un show que se mantuvo siempre arriba, continuo, gracias a los arreglos en las introducciones de las canciones que a veces se hacían un poco largos, pero terminaban funcionando.
Una postal especial fue escuchar cómo la artista terminaba de cantar ‘Esquemas Juveniles’, uno de los varios himnos generacionales que componen al álbum del mismo nombre, y le agregaba un trozo de ‘Bachata Rosa’ de Juan Luis Guerra. Pequeños guiños que la mantienen al medio de manera constante entre la música popular latinoamericana y los recovecos de la electrónica de pista de baile. Ahora, de aquí a la luna.
*Fotos por Nicole Ibarra.