Lo que se vivió ayer dentro del Teatro La Cúpula junto a La Guacha fue una inyección de energía y emociones como pocas veces un grupo logra inyectar. Una y otra vez, aunque hayas presenciado su espectáculo tantas veces que perdiste la cuenta.
El trabajo de Soledad del Río y compañía se caracteriza por sacar del fondo de su audiencia de manera fácil todo lo que el mundo real te invita a guardar. Son un combo ganador por dónde se les mire: músicos que figuran como excelentes instrumentistas que juntos funcionan como un engranaje perfecto y hits de raíz latina y local demoledores. Pero por sobre todo, la personalidad, arrojo y honestidad de su vocalista elevan el show a la estratósfera. No por nada se han ganado un lugar de excelencia dentro de las propuestas locales del género.
A capacidad completa del lugar, La Guacha se paseó por todo su repertorio con la misma naturalidad y ritmo con que el público respondía, de manera automática. Además de alegría y potencia, hubo postales emocionantes en las que se palpaba el reconocimiento que los artistas querían hacer a músicos que influenciaron en su camino e, indirectamente, a llegar a escenarios más masivos como este. Así fue como Pancho Sazo de Congreso acompañó a la cantante, lo mismo que luego hizo Palmenia Pizarro. Los aplausos no se hicieron esperar y Del Río se vio muy emocionada.
El show avanzaba y Soledad se deshacía de la parte de arriba de su vestido. “Me van a retar, porque así la ropa se va a ver fea”, dijo. Pero eso no importó. Tanto bailar pasaba la cuenta y la audiencia no hacía más que alentarla a seguir. Al momento de sonar la primera frase de ‘Matorrales’, La Cúpula explotó y no hubo personas inmóviles, hasta finalizar el set. Ojalá muchos más hubiesen podido contagiarse de este ánimo. De sentimientos de libertad, de alegría, de perder miedo a ser observado. De todo eso que nos falta.