Oddó es un caso especial. Su discografía está compuesta por estilos tan diversos como el electro-pop, el rock y últimamente, el reggaetón. Ante tantas alternativas, se eleva la interrogante de cómo estos elementos se conjugarán en un show en vivo. Lo más tradicional sería ordenarlos temáticamente, pero en la practica esto fue completamente lo opuesto.
El show saltaba de un estilo a otro en segundos. ‘Nada por Quebrar’ podría llevar el mérito de ser la primera canción con la insignia reggaetonera en el festival Lollapalooza. El tema fue acompañado por dos bailarinas que danzaban al ritmo de la música y luces que parpadeaban hipnóticamente en La Cúpula. El frontman cambiaba de máscara de manera versátil, zarandeando la guitarra, movimiento digno de un rockstar para luego en minutos bailar como estrella del pop.
La banda congeniaba perfectamente y destacaba la agilidad del intercambio de ritmos y tonos, por una parte la voz distorsionada y el dembow, para después pasar a un solo de guitarra más cercano al rocanrol y salir airosamente de la combinación. Un momento especial de la presentación fue la interpretación de ‘Déjame Dormir’, con una introducción unplugged y la -ya clásica en sus conciertos- reversión de ‘La Pregunta’ de J Alvarez. El remate fue Ismael Oddó sentado junto al publico, cantando en medio de la masa.
Oddó toma las etiquetas, las destruye, las tergiversa, las combina y nos hace dudar de su utilidad. Su show planteó la idea de que clasificar la música no es más que un ejercicio burdo que separa más que une y como él mismo declaró, “las canciones buenas son las que salen del corazón”.