La actuación de Eagles of Death Metal todavía no acababa cuando el reloj marcaba las cuatro de la tarde en punto, así que cuando Albert Hammond Jr. apareció en el escenario Itaú, al menos por un instante hubo un contrapunto entre los dos extremos de la elipse del Parque O’Higgins. Un contrapunto de guitarras, para ser exactos. Si en el costado norte las cuerdas sonaban atronadoras, en el otro extremo estaba el nacido en Los Ángeles para mostrar otra aproximación al instrumento, más sucia y desprolija. Claro, porque las guitarras son la piedra fundacional de los cuatro discos que hasta ahora ha publicado Albert Hammond Jr., los que repasó en una hora con un show apenas puntuado por escasas palabras: “Queremos hacer la mayor cantidad de canciones posible”, dijo en algún momento.
Si lo de Julian Casablancas en Lollapalooza 2014 estuvo al borde del bochorno, el concierto que su compañero en The Strokes brindó este sábado fue más que correcto, con algunos pasajes vibrantes, pese al agobiante calor bajo el cual se desarrolló. Acompañado por un solvente cuarteto, mostró un costado más ruidoso y distorsionado que el que se puede escuchar, por ejemplo, en el reciente Momentary masters (2015).
En rigor, eran tres las guitarras que sustentaban el concierto de Albert Hammond Jr. A su Fender Stratocaster, se sumaban las que portaban Hammar Sing y Colin Killalea. Entre todos, construían marañas eléctricas, a las que arribaban por diferentes vías. A veces, cada uno buscando su propio camino. En otras, lanzándose sobre pequeños solos, mas filosos y angulares que virtuosos. En otros momentos, Hammar Sing y Colin Killalea tocaban al unísono, mientras Hammond Jr. se echaba la guitarra a la espalda para apoderarse del micrófono y asumir en propiedad el puesto de cantante. Así pasaron canciones como ‘Caught by my shadow’, ‘GfC’, ‘Touché’ y ‘St. Justice’, por ejemplo.
Y ya que el repertorio que mostró en Lollapalooza dejó de lado los pasajes mas intimistas de su discografía, los mejores instantes del concierto fueron cuando Albert Hammond Jr. y su banda se embarcaron en esas canciones apresuradas, de alto voltaje, con las tres guitarras a tope y la base rítmica acelerando el paso. Son, finalmente, canciones más rocanroleras, así que no importa tanto que Hammond Jr. desafine en algunos coros y que, indefectiblemente, el fantasma de su banda original ronde el escenario. “Podría haber tocado una de los Strokes, una intro por último”, se lamentaba un adolescente cuando el concierto ya era historia. Qué importa, si Albert Hammond Jr. ya había mostrado en plenitud el alma de esa banda: sus guitarras.
*Fotos por Jaime Carrera. Revisa las postales del sábado en nuestro álbum.