Annie Clark, más conocida como St. Vincent, ha cambiado; o, por lo menos, eso da a entender la portada de su reciente álbum homónimo. Lejos quedó la chica de rizos oscuros que rogaba matrimonio. Ahora, una reina alienígena de cabello plateado habla sobre el futuro.
El disco inicia con ‘Rattlesnake’ y ‘Birth in Reverse’, temas de ritmo casi paranoico y sonido mucho más electrónico en relación a sus trabajos anteriores. Pero el susto pasa cuando, cerca del final, aparece uno de los gloriosos solos de guitarra característicos de este proyecto. Son pistas perfectas para que dos robots bailen, en el mejor sentido de la expresión.
Les sigue ‘Prince Johnny’, una de las dos baladas de “St. Vincent” junto a ‘I Prefer Your Love’ (y esta última brilla más por su aura, ochentera pero delicadamente melancólica a la vez). ‘Huey Newton’ empieza lenta y minimalista, y a la mitad da rienda suelta a la maquinaria. Un giro muy creativo para otro de los mejores temas del álbum.
‘Digital Witness’ trae a la memoria (y remarca la importancia de) la colaboración entre St. Vincent y David Byrne (de los legendarios Talking Heads). Una oda a las redes sociales, compuesta de sonidos new wave y cantada por una voz casi robótica. ‘Bring Me Your Loves’ es un tema bizarro, un juego de tempos y estilos, probando un poco de cada uno y generando contraste con ‘Psychopath’, pieza pop de leves tintes a Regina Spektor. Demasiado blanda, termina siendo uno de los eslabones débiles.
‘Severed Crossed Fingers’ marca el final del álbum y entrega la última sorpresa: instrumentación apacible y majestuosa, mientras Annie Clark canta un mensaje de esperanza. Un magnífico crescendo. La movida de subir al trono fue beneficiosa; tal vez la compositora nos resultaba demasiado alienígena y necesitábamos que hablara como un monarca a sus vasallos. De forma clara y directa, sin dar rodeos en metáforas.
Así, St. Vincent logró lo que ella misma expresó en distintas entrevistas como su propósito: “Conseguir el equilibrio perfecto entre lo excéntrico y lo accesible”. Quizás, con esta forma simplificada se pierde ese paso intelectual extra. Pero, por otro lado, finalmente podemos notar a la inalcanzable reina sintiendo un revoltijo de emociones similar al de cualquiera de nosotros. Después de todo, no es tan lejana.