Este fin de semana se liberó ‘Baila’, primer single del nuevo disco de Nicole, “Panal”. Un trabajo que llega 7 años después de “APT” (2006) y que contó con Barry Sage (The Rolling Stones, New Order) como ingeniero en sonido, Cristián Heyne como productor e incluso con la colaboración de Fernando Milagros en una canción a dúo.
Pero, para llegar a esta etapa, la cantante ha pasado por diferentes momentos, productores y estilos, siempre moviéndose en el terreno del pop. Desde aquella propuesta infantil en “Tal Vez Me Estoy Enamorando” (1989) a “Esperando Nada” (1994) donde trabajó con el argentino Tito Dávila (Los Enanitos Verdes) y grabó en Madrid, sacando sencillos como ‘Dame Luz’ y ‘Sin Gamulán’ (un cover de Los Abuelos de la Nada). En “Sueños En Tránsito” (1997) se agregó un cariz de sofisticación a aquel pop, de la mano de Andrés Sylleros y la producción de Gustavo Cerati. Esto le dio el impulso a la cantante para ser fichada por el sello Maverick y cambiar su país de residencia a Estados Unidos”, donde lanzó “Viaje Infinito” (2002), producido por el venezolano Andrés Levine. Luego, “APT” (2006) fue su apuesta independiente, debido al quiebre con la discográfica estadounidense; un álbum que contenía algunas canciones en inglés, pero no logró mayor éxito en tierras locales.
Para muchos la carrera de Nicole puede ser errática, mientras que para otros, es tan sólo un camino que ha ido mutando: conforme cambia la época, el pop se renueva de forma natural. Es así que, con la publicación de ‘Baila’, caben diferentes interrogantes, pues es un sencillo que se ajusta a un tipo de música que viene haciendo una nueva generación de compositoras jóvenes a lo largo y ancho del mapa latinoamericano, como las mexicanas Natalia Lafourcade y Carla Morrison, la argentina Mariana Päraway e, incluso, el nuevo tema cuenta con un par de suspiros electrónicos que recuerdan a la mejor época de Entre Ríos.
Esta característica llama la atención, pues es una camada que se vale de metodologías y espectros diferentes de trabajo y referencias estilísticas. Está Natalia Lafourcade, que pasó de un pop simple y adolescente, como ‘En el 2000’ y ‘Busca un Problema’ a refinados cortes desde la publicación del EP instrumental “Las Cuatro Estaciones del Amor” y el posterior “Hu Hu Hu”, placa que vendría a presentarla como una artista adulta, más sofisticada y preocupada de arreglos complejos mezclados con una voz ligera. También están otras nóveles exponentes como Carla Morrison y Mariana Päraway, que ofrecen canciones intimistas, con guitarras simples y voces suaves, mientras que la referencia a Entre Ríos tiene que ver con el carácter etéreo de los colchones que acompañan la guitarra de ‘Baila’. Por otra parte, no hay que olvidar la participación de Cristián Heyne como productor, una figura que, sin duda, debe haber aportado aquella fórmula diferente, que ha resultado exitosa para artistas como Gepe, Dënver o Javiera Mena.
¿Estará Nicole arrimándose de forma deliberada a esta nueva -pero aún clásica- línea de composición de algunas nuevas exponentes latinoamericanas? ¿O es una apuesta que se canalizó de forma natural sin otro motivo que una búsqueda, tal como pasó en algún momento del pop electrónico más oscuro de “Sueños En Tránsito” a algo más luminoso y fusión en “Viaje Infinito”?
Saber si es un camino orgánico o no, es una pregunta que sólo ella puede responder. Y puede ser criticada o aclamada por ello; pero, para efectos de este análisis, eso es un tema lejano. Lo importante es que se está en un momento en que es posible notar una nueva configuración en la forma de hacer música de las artistas latinoamericanas. Existe una comunión de sonidos y estructuras que están yendo más allá del país, instrumento o las inspiraciones. Es una corriente que ya puede definirse poco a poco a través de conceptos, más allá de que se esté hablando de artistas independientes o derechamente comerciales.
Basado en una publicación hecha en la mañana de este lunes en Jajou.cl.