John Zorn en vivo, Teatro Caupolicán, 14 de marzo de 2012
Foto por Transistor
El público chileno se sentó en el Teatro Caupolicán frente al escenario. Ya daban las 21 horas y algunos prendían los primeros cigarrillos y otros elementos. La puntualidad de un artista con clase se demuestra al momento de apagar las luces y recibir de improviso el golpe de los aplausos. El primer estruendo parte con melodías hebreas. Zorn y compañía saben lo que hacen. La noche debería haber exigido esmoquin y traje para las damas, pero con antifaces demoníacos, porque sin ir más lejos, Masada es una banda que podría ilustrar perfectamente las peores pesadillas o los mejores sueños sicodélicos enfermizos.
Durante el transcurso del concierto se pasearon por lo más granado de sus temas instrumentales, desde el klezmer a la música clásica, dejando en claro, además, que gozan de un notable sentido del humor, riendo a carcajadas sobre el escenario. El cuarteto se desenvolvió de tal manera que hasta el impasse de la iluminación fue tomado con relajo, salvo un “arregla la huea, po hueón” que se escucho desde la cancha. El detalle de los ruidos estudiados del estilo de John Zorn, al hacer chillar su saxofón, provocaba instantáneamente la risa de más de alguno en la tribuna, pues es ver casi a un niño haciendo sonar por primera vez el bronce.
Cabe destacar también la versatilidad y desplante, ejecución y volatilidad de Dave Douglas en la trompeta, Greg Cohen en el contrabajo y Joey Baron en la batería, quienes, demostraron una importante relación con su instrumento y, además, con cada uno de los episodios que ahí se estaban desenlazando. Es que Masada es una banda que no cualquiera puede entender, ni ese tipo que gritaba “Naked City” desde un rincón del escenario o ese grupito de hipsters ovacionándolos como si se tratara de la ultima moda del pop. Nada de eso conmovería a Zorn quien, como amo y señor de los vientos, dirige el caos desde la boquilla de su saxofón.