Por Rolando Inostroza
Hay discos que van creciendo con el tiempo. Que por sí solos dejan una huella y su propio legado. Esos quizás son los álbumes llamados influyentes, posiblemente no los más relevantes para la lista del Top 100 de la Rolling Stone, pero que a través de un proceso natural se elevan por justicia divina. Hay algunos que sirven de pauta, de guía para lo que vendrá 10 ó 15 años más tarde en la escena musical. Son esos los que vale la pena rescatar, pues fueron la semilla y raíz de lo que escucha el público actual.
Sin dar más vueltas, es posible encontrarse con una escena -de mediados de los ’90- que quedó en el gran cañón entre el grunge y el nü metal o metal alternativo, luego del cataclismo Cobain. Bandas como Hum o Failure son nombres que permanecieron flotando (casi literalmente) en un space rock y post grunge norteamericano que hoy transciende.
Fueron contemporáneos al shoegaze de My Bloody Valentine, Ride y Slowdive, (donde también las ondas espaciales de los ’70 parecían renacer), pero no tuvieron la misma suerte que los europeos, pues en la tierra del Tío Sam se apostaba por la rudeza, dejando de lado las melodías etéreas de la isla británica. A pesar de todo, la historia tendría su revancha, materializada en los futuros retoños que dejaría tal legado.
Agrupaciones en actual actividad (como Deftones, Chevelle, 30 Seconds to Mars, A Perfect Circle y muchas otras) han tomado las influencias del space rock de los ’90, haciendo valer la originalidad de su estructura sonora. Una fórmula que rompía en riffs potentes, pero elevaba las notas con delicados efectos, en una combinación única, sin tanta visibilidad, y en una industria que aún no sabía de internet masivo, tal como lo conocemos hoy.
Una de esas bandas fue Failure, sin duda la más importante y fresca de esta camada. De nacimiento en 1991, el grupo creado por Ken Andrews (voz y guitarra) y Greg Edwards (bajo y guitarra) alcanzó a publicar tres álbumes bajo el sello Slash: “Comfort” (1992), “Magnified” (de 1994, que los llevaría de gira con Tool) y finalmente “Fantastic Planet” (1996), placa insigne y mayor éxito creativo de la agrupación de Los Ángeles.
Hablar de “Fantastic Planet” es acercarse a metáforas y alegorías sobre adicciones a distintas sustancias, sobretodo heroína. También es convivir con un sonido fresco y potente, que mezclaba tempos suaves y riffs potentes, que parecen rebotar en suelos sin gravedad, lenta pero agresivamente.
La producción y promoción de “Fantastic Planet” no estuvo exenta de problemas, esa es quizás una de las razones por la cual no es un álbum tan reconocido y publicitado. La pelea entre Slash, el sello encargado, y Warner Bros terminó con el disco de Failure a medias y la banda en búsqueda de una estrategia para acabarlo. De esta forma, el grupo resolvió componer y grabar un tema a la vez y dividió el disco con tres ‘Segue’, pequeños temas espaciales instrumentales que hicieron que el disco tuviese coherencia al ser grabado en condiciones de desorden total.
Esta última característica le da momentos relevantes al disco, porque los temas parecen derretirse uno tras otro. Tal como ‘Sgt. Politeness’, que se une perfectamente a ‘Segue 1’. Acá también se juega con lo infinito y circular, pues al utilizar la función de repeat es posible escuchar cómo ‘Daylight’, el último track, se une con ‘Saturday Savior’, el excelente primer corte del álbum. Aspectos que sin duda dan fundamentos para preparar una torta de 17 canciones, y que enriquecen lo que podría haber sido un simple compilado de composiciones accidentadas.
“Fantastic Planet” sonaba crujiente, pero no era grunge. Sin lugar ni contexto musical preciso, la banda se dedicó a hacer lo suyo, experimentando con efectos y tempos a cargo del baterista Kelli Scott, que resultaron en originalidad y evolución temprana, cuando grupos como Silverchair trataban de dar un giro al alicaído estilo de las camisas de franela.
La posibilidad de jugar con la potencia como en ‘Pillowhead’, ‘Smoking Umbrellas’ o ‘Leo’ y a la vez dedicarse a flotar con ‘Another Space Song’ y ‘Stuck On You’ dan cuenta de la excelencia de los músicos involucrados. Como Ken Andrews y sus guitarras rítmicas llenas de harmónicos y su voz que, sin grandes ostentaciones, resultaba precisa y única para la ocasión: un sonido metálico, semi áspero, pero lo suficiente como para resolver la delicadeza de ‘Dirty Blue Balloons’.
Las guitarras, compuestas por el bajista Greg Edwards, parecen unir los diferentes matices que destacarían en sus futuros proyectos, sobretodo Autolux. Estos sonidos fueron llevados un poco más allá cuando el excelente Troy Van Leeuwen (Queens of the Stone Age, A Perfect Circle, The Gutter Twins, Eagles of Death Metal, por nombrar algunos) pasó a encargarse de las guitarras de apoyo, durante la gira promocional del disco. Un personaje que traería a “Thirteenth Step” de A Perfect Circle, siete años más tarde, una hermosa versión de ‘The Nurse Who Loved Me’, tema alusivo al uso de drogas duras.
“Fantastic Planet” es la culminación y cima de un trabajo que dejó mucho más de lo que recibió, pues la separación de la banda no tardó en llegar. Las influencias, honores y tributos hoy sobran, los mismísimos Paramore hacen su intento con el cover de ‘Stuck On You’ y los proyectos de Andrews (On, Year Of The Rabbit y su trabajo solista) y Edwards (Lusk y Autolux) siguen vivos a ratos. Son las vibraciones del espacio, esas que pueden viajar por siglos y que dan a conocer a las nuevas generaciones sobre uno de los mejores y más influyentes álbumes de la década de los ’90.