Con la espalda cargada de expectativas ajenas, después del éxito de “Mellon Collie and the Infinite Sadness”, y el cansancio tras una gira de dos años, Billy Corgan se vio en la obligación de escribir la mejor obra de The Smashing Pumpkins. O intentarlo, al menos, aunque fuese siguiendo su propia lógica y esa metodología no resultara, como finalmente ocurrió. Porque “Adore” es, en retrospectiva, el principio del fin del grupo. La detonación de una bomba que siempre amenazó con explotar. También fue la manzana de la discordia para todos. Al mismo tiempo, los seguidores puristas esperaban un regreso al rock, como prometía el último single que editaron, ‘The End Is The Beginning Is The End’ (del soundtrack de “Batman y Robin” de 1997); mientras los acólitos adquiridos en su etapa más comercial querían algo similar a lo anterior.
El disco no le dio el gusto a ningún bando.
A su vez, una cuota de la prensa tampoco estaba conforme con lo que consideraba una mala vuelta de tuerca, y menos los ejecutivos del sello Virgin cuando vieron decaer las ganancias de uno de sus productos estrella. En la época en que las estadísticas todavía pesaban, pero la descarga de música en internet ya había tomado vuelo, Billy Corgan tomó a título personal el revés de ventas recién sufrido. Una y otra vez el frontman dio a entender que estaba desilusionado de su público e hizo varias declaraciones contra el tráfico digital de canciones, firmando sin querer el contrato de su propia crucifixión mediática como personaje. Donde antes hubo un “perfeccionista”, ahora había un “obsesivo; en el lugar del “talentoso”, estaría un “ególatra” y así. Del éxodo masivo de fans, ni hablar.
Aunque “Adore” no era un álbum doble, sus 74 minutos de duración hacían pensar que de esa manera había sido esbozado originalmente, como el grupo confesó durante la promoción del trabajo. Editado en junio de 1998, el cuarto elepé de The Smashing Pumpkins puso especial énfasis en la programación electrónica y las atmósferas, y abordó como tópicos al amor, las separaciones, la pérdida y la muerte. Nada muy ajeno para un grupo cuya unidad se desplomaba, sin el batero Jimmy Chamberlin y con el guitarrista James Iha resignado a su rol de ejecutor; las canciones propias y todo lo que dejó en el tintero con el entonces trío fueron a parar a “Let It Come Down”, su primer –y único a la fecha- intento solista, aparecido cuatro meses antes.
Si sólo dependiera de motivos extramusicales, “Adore” sería un perfecto candidato a la categoría de disco maldito. Uno para el olvido. Pero sus canciones argumentan otra teoría. La cuarta placa de los de Chicago pertenece a la misma cepa de “Rumours” de Fleetwood Mac o “For Emma, Forever Ago” de Bon Iver, la de aquellos brotes que sólo pueden nacer de emociones lacerantes, en este caso, el dolor que acarreaba Billy Corgan por el fallecimiento de su madre (sobre quien habla claramente en ‘Once Upon a Time’ y ‘For Martha’). Y de la misma forma que en los trabajos citados, el arquitecto del trío supo transmitir lo que ocurría transformando el sufrimiento en el máximo esfuerzo creativo de su vida: letras y melodías perfectas que expresan melancolía en primera persona. De cerca. Desde las entrañas.
Pese a no conseguir la reacción deseada, el concepto de “Adore” estaba clarísimo. The Smashing Pumpkins volvían vestidos de negro, después del festival de colorido que fue “Mellon Collie and the Infinite Sadness”, proponiendo renovación. La portada y todo el resto del arte de la nueva placa contenía fotografías en blanco y negro, a cargo de Yelena Yemchuk, la novia de Corgan en ese momento, mostrando coherencia estética con la idea. ‘Ava Adore’ tenía un notable video de una sola toma, dirigido por Dom and Nic (Supergrass, The Chemical Brothers) y el clip de ‘Perfect’ era la secuela de ‘1979’ a cargo de Jonathan Dayton y Valerie Faris (responsables del original y también de ‘Tonight Tonight’). El trabajo audiovisual para aquel single probaba que no querían disociarse por completo del pasado y, de paso, dejaba ver la realidad: ya no eran los veinteañeros de antes.
La efervescencia post adolescente se había esfumado, acompañada de las guitarras eléctricas punzantes, y fue reemplazada por la sombra de la propia finitud. Nada es es eterno, en especial las personas y las bandas. El abrupto término de ‘17’ (un instrumental de apenas 17 segundos en los que se escucha un piano) bien podría ser una analogía sobre lo rápido que se puede esfumar la vida. Las líneas que la carátula dedica a este corte, con frases como “17 segundos para olvidar tu dolor ” o “para recordar que el amor es la energía por la que todo es creado”, refuerzan tal impresión. Es el espíritu de The Smashing Pumpkins exprimiendo la belleza de lo triste. La existencia de “Adore” es el recordario de un acto de coraje. Representa el diario de vida de un genio que bajó la guardia porque se sintió viejo y cansado antes de tiempo, pero que nunca se rindió por completo y eligió ganarle a sus demonios. Valía la pena morir en el intento.