Foto por Anirudh Koul
Con guitarra eléctrica en mano, Moby luce como un anti rockstar. Demasiado frágil y amable para inspirar peligrosidad, el calvo neoyorquino es un peculiar frontman: toca poco y nada, canta menos aun y no resulta muy comunicativo, pese a que le dedica ‘Why Does My Heart Feel So Bad?’ a las víctimas del terremoto y habla en español con el público. Una audiencia de unas 7 mil personas, aunque el mismo compositor habló de 10 mil en una de sus intervenciones.
Sin embargo, el frío de la noche santiaguina no pudo entrar al Movistar Arena, porque el autor de Play junto a su banda de apoyo le prohibieron el paso, usando su efectivo formato de playback reforzado con correctos instrumentistas. Un agasajo de beats pregrabados y reproducidos a suficiente volumen como para hacer vibrar los cuerpos e incitar al baile en todo el recinto.
Los guiños de anoche a ‘Purple Haze’ de Jimi Hendrix (dos veces: una en ‘We Are All Made of Stars’ y otra en la épica interpretación de ‘Honey’) y ‘All Apologies’ de Nirvana (al comienzo de la coreada ‘Porcelain’) hablan sobre el tipo que la rompió hace once años haciendo electrónica con vocación rockera y sumo interés en el formato canción. De hecho, el eclecticismo fue la tónica de la velada, porque entre los parajes más bailables de su repertorio -como ‘Bodyrock’ o ‘Disco Lies’- asomaron covers de ‘Take a Walk on the Wild Side’ de Lou Reed y ‘Whole Lotta Love’ de Led Zeppelin.
Mención aparte merece la mujer que se roba la película: Joy Malcolm. La morena cantante tiene todo el desplante vocal y escénico que le falta al protagonista del recital, y por eso su talento es reconocido con la segunda participación más preponderante. Otro punto alto es la presencia de la tecladista Kelli Scarr, quien también se apodera de la atención un par de veces al tomar el mando y relegar a Melville a las percusiones o uno que otro paseo por el escenario, para alentar al público.
El resto de la banda (bajo, batería, violín) pasan mucho más desapercibidos en la mezcla de audio, que privilegia las pistas ya existentes, un detalle que poco importa cuando el show de una hora y veinte minutos culmina en clave de fiesta rave con ‘Feeling So Real’. Un corte del disco Everything is Wrong de 1994 que condensó la esencia e intención del recital: pasarlo bien. Misión lograda, Moby.