Esa noche Los Tres me hicieron pensar en el futuro. En el suyo y el nuestro.
El día había llegado. Después del anuncio en octubre de 2023 sobre su regreso y luego de una primera fecha a principios de abril de este año en el estadio Ester Roa de Concepción, el sábado pasado era la primera de cuatro actuaciones en la que la formación original de Los Tres subiría al escenario del Movistar Arena en Santiago.
La tarde comenzó animada. Torito Alfaro junto a sus cinco compañeros músicos abrieron la jornada con un set cuequero que hizo bailar en la platea y la cancha al público que llegó temprano. Qué gusto poder ver al músico lleno de energía, visiblemente contento, después de un periodo de salud complicado. Una verdadera fortuna, también, verlo acompañado casi al final de su actuación junto a la gran María Esther Zamora, con la que interpretaron cuecas de su padre, Segundo Zamora. Ojalá todos pudiésemos pasearnos por el mundo con la naturalidad y elegancia con la que María Esther toca el pandero. Definitivamente, un acierto por parte de Los Tres de hacerse acompañar por estos músicos durante varios de los conciertos de su Revuelta. Una lástima que tan pocas personas hayan podido disfrutar del show.
Luego vino el turno de Floresalegría, uno de los proyectos que seguimos con atención desde POTQ Magazine desde hace ya algunas temporadas. El recinto comenzaba a recibir más público y las composiciones con aura noventera de Pamela Flores llenaban el lugar. El público respetuoso y, en momentos, incluso entusiasta, aplaudió y tomó atención a lo que el quinteto estaba haciendo sobre el escenario. A ratos, recordaba a Javiera y Los Imposibles. Eso le comenté a un amigo periodista que encontré en la cancha. Él me contestó que le recordaba a Primavera de Praga. Estuve de acuerdo. De todos modos, esas buenas canciones y la excelente voz de Pamela, fue un trago dulce antes de que comenzara el show principal.
Hasta ese momento, todo parecía ir bien. Ambos teloneros salieron al escenario a la hora programada, pero la salida de la banda principal demoró casi cuarenta minutos. Las pifias del público tapaban a ratos la música de fondo, algo que se tornó rápidamente molesto, la verdad. No el retraso, que es algo que puede suceder porque las producciones están levantadas por humanos, sino la falta de respeto de una audiencia que parece estar tan apurada todo el tiempo y no da espacio al error de otros o a condiciones muchas veces involuntarias de los equipos de trabajo. Era cosa de mirar al centro de la cancha, donde se ubicaba el equipo técnico, para darse cuenta de que estaban tratando de solucionar algo y la idea de la pifia porque se está pagando por un servicio, eliminando cualquier atisbo de emoción por el momento que se iba a vivir en un rato más, la verdad, rompía un poco la magia de la cita.
Que no se malentienda, es válido el reclamo y la crítica en las producciones de conciertos o festivales. Cuántas veces se ha escrito en este mismo medio sobre festivales sin agua disponible de forma gratuita para el público en pleno verano u otras condiciones abusivas— pero este no era el caso. Claramente había un equipo intentando solucionar un problema para llevar a cabo el show de la mejor forma. Finalmente, no se pudo. El concierto comenzó cuarenta minutos tarde sin las pantallas laterales funcionando, una lástima, porque parte vital de un show de este tamaño es la realización con cámaras y existe un trabajo técnico detrás de imágenes, estética y coordinación que le dan sentido a lo que la banda desea transmitir. Así que nos quedamos con la propuesta incompleta.
El concierto comenzó con ‘Follaje en el invernadero’, uno de los instrumentales más bellos de la historia de la música chilena. Iniciar con este tema y no un hit coreable pareció ser una declaración de intenciones: estamos de vuelta y fuera de cualquier artificio, lo que importa es la música. Además, se trata de una pieza que engalana de muy buena forma a los cuatro instrumentos —y músicos— sobre el escenario. No se me hubiese ocurrido un mejor inicio para decir: esto somos, bienvenidos.
Por la composición del concierto —luces, disposición de los artistas sobre la tarima y las tres pantallas que se encontraban en el escenario y que sí funcionaban— era claro que el mensaje que se intentaba transmitir era que estábamos frente a algo clásico, sobrio, donde no había lugar para artificios, sino solamente para la música. Pero para que esa idea se cumpliera a cabalidad, el sonido tenía que ser impecable. No lo fue. Una lástima que una banda que conoce su excelencia y nos acostumbra a ella fuese amplificada de forma deficiente. Casi al final de la cancha, a ratos, el sonido se oía como si fuese una masa imposible de separar en sus partes vitales. Me acerqué en un momento al escenario, también sobre la cancha, y mejoraba un poco. No del todo.
Reviso mis apuntes de ese día en mi libreta y, perdón por volver de nuevo a este tema, pero el drama de las pantallas no se olvidó aún cuando el grupo estaba armado de —cómo no— un gran set de canciones. Y, honestamente, los gritos respecto a este tema desde la platea que tenía a mi espalda, me molestaban incluso más que el problema técnico. “¡Ya po, conecta el HDMI conchetumare!”. Constantemente. Desde el principio hasta el fin del show. Gente adulta.
Fuera de los problemas técnicos, el set de canciones elegidas por la banda, dividido todo en bloques y en el que uno estuvo dedicado a las cuecas y a Roberto Parra, estuvo bien. De nuevo, cómo no, si se trata de cuatro de los mejores músicos que existen en Chile; cómo no, si se trata de algunas de las canciones que han construido memoria en más de una generación —tal como lo comprobaba la asistencia del público—. Pero algo faltó. Algo que sí estuvo presente en Concepción, el pasado 12 de octubre. Ese día en la Plaza de Armas de Concepción hubo una efervescencia compartida en ambas direcciones, desde y hacia el escenario. Eso no sucedió en el Movistar Arena durante esa primera fecha. No sé si fue por el problema técnico, por una cancha con sillas (por favor, productoras, no lo hagan más, no sirven de nada y cambian incluso la disposición del cuerpo del público frente a un artista) o, bien, porque la banda se confió demasiado en sus excelentes habilidades y canciones, como si solo eso bastara para conectar con los demás. Es verdad que todo aquello hace mucho, pero no es suficiente. Quizás esa sobriedad logra la afección de la gente en un teatro de capacidad más reducida, pero no en un espacio para quince mil personas.
Esa noche Los Tres me hicieron pensar en el futuro. En el suyo y el nuestro. También me hizo pensar en la naturalización de la idea de consumidores y producto consumido con todas esas pifias y gritos, como si ir a un concierto fuese lo mismo que ir a comprar arroz al supermercado, algo que me entristeció. Pero volvamos al futuro. El suyo y el nuestro. El de la banda de los mejores músicos y del mejor letrista vivo que tiene Chile (puesto que comparte con Diego Lorenzini en mi ranking personal, si me permiten la honestidad). Pienso en el abismo que siento yo, una persona cualquiera, cada vez que me acerco a la discografía de Los Tres; así que es difícil imaginar lo que sus propios autores sienten al hacerlo y pensar, precisamente, en el futuro. Pero yo soy optimista: todo lo nuevo que pueda salir de la sinergia perfecta de estos cuatro músicos, cuando están en un buen momento, cuando su relación parece saludable y tranquila, es difícil que resulte mal. Sus propios caminos en conjunto y por separado, además, me invitan a pensar que esta gira de reunión tiene más ingredientes invisibles al público, que no se trata solo de tocar éxitos pasados. Estoy (casi) segura que debajo de las fallidas circunstancias de ese día, que provocaron asistir a un concierto que resultó solo correcto, hay joyas que esperan por nacer. Que hay futuro. Y que habrán mejores conciertos.
Setlist:
- Follaje en el invernadero
- Sudapara
- El aval
- Gato por liebre
- Hojas de té
- La Torre de Babel
- Silencio
- Feria verdadera
- Olor a gas
- Claus
- Largo
- No me falles
- Tírate
- Morir de viejo
- Déjate caer
- Un amor violento
- Moizefala
- El arrepentido
- La perra con el perro
- La vida que yo he pasado
- ¿Quién es la que viene allí?
- Pájaros de fuego
- Bolsa de mareo
- No sabes qué desperdicio tengo en el alma
- Tu cariño se me va