La chilena, con residencia en México, volvió al país para ser el segundo número de Fauna Primavera. Con la sombra a su favor –y un reciente disco de altísima factura–, la artista demuestra cómo este ente llamado Rubio no para de crecer, aprender y alimentarse de todo lo que le rodea.
Fran Straube regresó a Chile con una consagración internacional, cocinada a fuego lento, que la tiene triunfando en México: desde la música para producciones cinematográficas hasta llenar salas como el Auditorio BB, de la capital del país del norte. El segundo número de Fauna Primavera no sólo refrescó el cuerpo –por la única y poca sombra que se sentía a plena tarde en Parque Ciudad Empresarial–, también el espíritu.
La artista subió a escena con su formato dúo, acompañada por Lego Moustache, vestidos de negro, en una disposición minimalista, que dejó más que claro por qué la chilena es un proyecto que levanta tanta atención en toda la región. Hemos visto la profesionalización del concepto Rubio frente a nuestros ojos. Lo que partió como una rama experimental de la multiinstrumentista ya es un ente por su cuenta, con un repertorio cada vez más laberíntico, probado y pulido.
La chilena es capaz de generar atmósferas exquisitas en estudio, pero es en la experiencia live que realmente este ente es expansivo y asfixiante –en el buen sentido de la falta de aire–. Straube se alimenta de lo que le rodea, de la energía de la gente, de la histórica colaboración con Lego y, por sobre todo, de sus propias creaciones que se sienten como ofrendas de las que se desprende cada vez que sube a la tarima.
Si en REC del año pasado la naturaleza penquista fue un telón de ensueño para la energía que significa el proyecto, Ciudad Empresarial no le vino nada de mal. Entre la capacidad artística de adaptación que ha tenido Straube, y su más reciente placa Venus & Blue, que tiene mucho de inspiración el caos citadino, los cerros secos y edificios corporativos no fueron ofensivos para lo catártico que suele ser este ritual-concierto.
Con una mezcla entre clásicos de su repertorio como ‘Seres Invisibles’ o ‘Hacia el Fondo’, y temazos del último disco como lo es la poderosa ‘Lo Que No Hablas’, Rubio monta lo que podría ser un maximalismo de elementos, pero que logra ordenar con holgura y deleite, dejando cada cosa en su lugar, cada efecto de voz en el momento oportuno, cada intervención instrumental cuando la canción y el show lo pide. Rubio sabe leer a la masa porque crece con ella. Y el desafío de transformar una tarde soleada de viernes en medio de edificaciones vidriosas, en una pequeña escapada mental húmeda, mohosa y orgánica, es una verdadera virtud.