El programa gringo Saturday Night Live (SNL) tiene una larga historia junto a la música popular en el terreno anglo occidental. El último capítulo de esta extraña relación entre SNL y sus shows de música en vivo se desarrolló este sábado pasado, cuando Phoebe Bridgers tomó el rol de invitada musical y tocó ‘Kyoto’ y ‘I Know The End’, ambas canciones de Punisher, su excelente disco de 2020 que en POTQ nombramos como uno de los discos que mejor dialogaron con el año pasado.
Desde la pandemia, Bridgers no solo ha demostrado ser una cantautora excepcional, sino que también ha hecho el trabajo que Gorillaz debería estar haciendo: expandir los límites de las presentaciones en vivo en cuarentena. Con participaciones en otros programas, hemos visto a la cantante tocar desde su cama, desde su tina e incluso desde la Casa Blanca. El sábado era la oportunidad para que los gringos que aún no veían a la joven artista en vivo, pudieran apreciarla en todo su esplendor.
¿El problema? La mayoría de la conversación post presentación se centró exclusivamente en la decisión de Bridgers de romper su guitarra contra uno de los monitores del escenario. En que estaba bien o estaba mal. Como si el final de ‘I Know The End’ no fuera lo suficientemente épico, las chispas y la guitarra destrozada levantaron una presentación que ya era excelente, pero también centró el debate solo en ese detalle.
Creo que no es sorpresa decir que la bencina que actualmente mueve la mayoría de las redes sociales es el odio, una acción activa de desprecio por algo o alguien, que no es lo mismo que la indiferencia, donde el desprecio no tiene la necesidad de ser anunciado. Por algún motivo, lo de la guitarra destruida fue la ventana perfecta para encontrar odio donde no debería haberlo. ¿Por qué romper un monitor caro del programa? ¿Por qué no gasta el dinero de esa guitarra en caridad? Es más, cuando ella misma salió a explicar que todo el asunto estaba pensado desde antes, las preguntas se convirtieron en ¿por qué hacerlo si estaba planeado?
Ahora sabemos que el monitor era falso, que la situación fue planeada y que se tuvo el consentimiento de todo el equipo productor de SNL y hasta de la marca del instrumento. Pero por algún extraño motivo eso hace que el movimiento de destruir la guitarra sea visto de aún peor manera por gente -cuidado, estoy a punto de caricaturizar- vestida con poleras con la portada del London Calling de The Clash, gente que creció idealizando la vez que Pete Townshend de The Who quedó con pérdida auditiva por destruir sus instrumentos, y que probablemente celebra esos videos de cuando Kurt Cobain hacía una destrucción mucho peor, incluyendo batería.
Al final, la gente estaba enojada cuando creía que era espontáneo y aún más cuando se supo que estaba planeado. El punto es que a Cobain nunca se le pidió caridad o pensar en los niños de África que mueren de hambre y que podrían estar comiendo de esa guitarra.
¿Es algo de género? Sí. Phoebe Bridgers no calza con el estereotipo de rockero rompe guitarras. Y es más, aunque calzara en ese estereotipo, como Courtney Love lo hacía en Hole, probablemente tampoco sería bien visto. ¿Es algo de género? Sí, pero esa es una conversación mucho más larga. La real pregunta de todo esto es ¿Por qué nos quedamos mirando las chispas del monitor y la parte más “lúdica” de todo el show? ¿Estamos tan interesados en saber las razones y motivos para romper esa guitarra para analizar si pasa nuestro estándar de “rock”, tanto así que estamos dispuestos a barrer bajo la alfombra una presentación excelente? Osea, si nos vamos a fijar en algo extra-musical, que sea la banda entera con los pijamas de esqueletos, o incluso el hermoso “vestido-esqueleto” que se sacó Bridgers.
SNL tiene una larga historia de problemas con sus invitados musicales, desde Elvis Costello, pasando por Rage Against the Machine y llegando hasta The Replacements. Pero hay dos diferencias entre esos shows y el de este sábado: uno es que Bridgers es mujer, el otro es que pidió permiso. Una combinación vista por los puristas como algo que inmediatamente baja el nivel de la performance, y es que no entienden que esto no fue una rebelión contra algo puntual, sino que una catarsis pensada para elevar el show.
¿Por qué la gente se quedó pegada con lo de la guitarra? ¿Solo por ser mujer? ¿O quizás porque no tenía derecho a romper la guitarra? (¿dónde se consiguen estos derechos? Para comprar de antemano, digo yo) o quizás tiene que ver con que pidió permiso y eso le quita honestidad a su presentación. No sé, encuentro que fue mucho más rockero sacar un discazo y posicionarse como una de las mejores artistas de rock de estos años cantando canciones melancólicas y lentas.
Pero claro, eso no llama tanto la atención.
Y aquí estamos tú y yo, aún sin hablar de las canciones.